En ese grupo de colegiados se encontraban Carlos Marín, Félix Otaola, Juan Carlos Bernard, Alberto Pedrosa, Alvaro Guerra, “Baby” Fernández de Villarán, Luis Victoria de Lecea o Javier Gimeno, entre otros, acompañados y apoyados en todo momento por dos empleados de la casa: José Luis Gregorio y, sobre todo, Ricardo Pinedo, alma mater del equipo durante muchísimos años.
Rápidamente, la ilusión de estos colegiados hizo que se pasara de jugar unos pocos partidos anuales, a celebrar partidillos semanales, a los que acudían todos aquellos colegiados que lo desearan, tal y como sigue sucediendo en la actualidad.
Entre muchos otros, vimos en acción a Txema Montero, Iñaki Irizar, Kepa Landa o Pedro Olabarri, quienes pronto se dieron cuenta de que lo suyo no era el baloncesto, pero a quienes hay que reconocerles que, sin su participación y la de otros muchos, el equipo no habría perdurado en el tiempo.
Pronto se unieron Manu Ríos, Josean Vitorica, Javier Santana, Mikel López, Salva Solas, Javi Fernández Caño, Luis Alba, Carlos Aza, Jose Mari Vila o los polivalentes Txutxi Hormaechea, Iñigo Aguirre, Guillermo Barquín, Luis Calle o Ramón Trojaola, que apuntalaron el nucleo del equipo en sus primeros años. Durante un tiempo, contamos incluso con la presencia de la compañera Isabel Arroita.
A principios de los 90 el equipo ganó en calidad con la incorporación de jugadores de gran nivel, como Pablo Merino, Joserra Jiménez, Javi Calera, Oscar Sevillano o el base durangarra Javi Larrañaga.
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